domingo, 5 de julio de 2015
Notas sobre Nashville
Será que me hago mayor, pero cada vez prefiero más mirar la parte de atrás del frigorífico antes de abrirlo.
Nashville huele a comida rápida. Lo noté hoy, mientras corría lento. También a este lado del charco hay basura en las aceras.
Las luces de colores de Broadway Street lucen como leds. Los leds antes eran velas. ¿Qué fue Nashville?
He conocido a varias personas inolvidables. Inolvidablemente difíciles de olvidar. Estos veintiocho años sin conocerles han sido un olvido sin haber conocido. Aunque al final el resultado es la nada, prefiero estar solo esperando al abrazo que estar solo despidiendo al abrazo que se ha ido.
La música es física pura, pero también es sociología. La música se mueve por las venas, se transmite por las ondas y se contagia entre generaciones. Y en Nashville los niños toman potitos sonoros.
McDonalds no me hace sentir como en casa. Más bien, me hace sentir que no tengo casa. ¿Cómo es posible que una hamburguesa sepa igual en Main Road, Nashville, que en el Campo de las Naciones, Madrid? ¿Por qué mis papilas gustativas no pueden viajar en avión?
El Downtown es como la Gran Vía o como nuestra alma. Sabemos que es la esencia, lo importante. Pero preferimos vivir a unas cuantas millas y verla desde lejos, o ir de compras el sábado por la tarde. Se vive más tranquilo en una casa en las afueras. En el Downtown hay gente que llora.
Hoy he estado en una iglesia. Y Dios, al contrario que McDonalds, me ha hecho sentir como en casa.
viernes, 7 de marzo de 2014
CARRO VACÍO
Él ya duerme en su cuna y tú le esperas,
quizá durmiendo o tal vez soñando.
¿Estás cansado? Él aún no sabe qué es
eso.
Solo en el cuerpo.
La vista la tiene nueva; más bien virgen,
expuesta.
Los oídos, aún con la etiqueta puesta.
Su piel, a medio hacer, reposa ahora.
Sus labios, susurrando aire o palabras
inventadas.
Y tú, que tanto le sostienes,
¿de qué me sirves ahora?
¿Qué es una duna en la montaña,
o un ascensor en el infierno?
Solo esperas. Soñando.
A llevarle hacia un sueño de uña y carne,
ágil y sensible, rápido y sereno.
No sé si eres bonito o feo,
pero eres su carro.
Su Rocinante. Su corcel de hierro.
El que mece su sueño en nuestros paseos.
El que no me cabe en el maletero.
martes, 24 de diciembre de 2013
Cuidarte la vida
En un
momento te morirías, como viviste en aquél otro.
Si yo
no te cuidara, no sé qué pasaría.
¿Cómo
es posible que se me otorgue regalo tan grande,
Y tan
inabordable sea lo que delante me encuentro,
Siendo
yo tan tenue como tenues son mis manos…?
Pudiera
ser que no supiera ni siquiera cómo cogerte en mis brazos,
Pero
pienso que bastaría tu mirada inocente para mecerte como nadie,
Pues al
escuchar tu llanto podría escribirlo al dictado, en un poema enamorado.
En un
momento te morirías, como viviste en aquél otro.
Si yo
no te cuidara, no sé qué pasaría.
Contigo
el tiempo se me pasa entre suspiros de alivio,
Y entre
ellos van dos ojos, un cálido cuerpecito y tus labios.
Y mamá,
para que no la confundamos con un ángel,
Sin las
alas te protege como la loba a Rómulo y Remo.
Aunque
tú nunca fundes Roma, ya has fundido nuestros corazones.
Y
fundados están los pilares de nuestro amor, tesoro.
En un
momento te morirías, como viviste en aquél otro.
Si yo
no te cuidara, no sé qué pasaría.
En mi
debilidad reposa la tuya, y en mis dudas duermen las tuyas.
Es
ensueño y utopía que me quieras, con estas manos tan frías.
Pero me
quieres, y lo siento en tus ojos cuando te canto,
O en la
comisura de tus labios perfilando una sonrisa.
Serás
mayor y yo seguiré siendo pequeño…
Sin
saber si supe cuidarte o si solo te entretuve…
En un
momento te morirías, como viviste en aquél otro.
Si yo
no te cuidara, no sé qué pasaría.
Ya lo
ves, Lucas. Crezco contigo. Como crecí con tu madre.
Y ahora
crecemos todos al mismo tiempo, aunque a distinto ritmo.
Y nos
amamos a tres latidos. Creo que ya no sé cuál es el mío.
El tuyo
sí lo reconozco, porque va muy rápido…
Como
será el paso de los años hasta verte hecho un hombre.
Y seas
como seas, tu padre te amará como te amó desde el día primero.
En un
momento te morirías, como viviste en aquél otro.
Pero yo
no fui quien te dio la vida; fue el Dios del cielo.
El
mismo que te protege hoy, usando mis frías manos.
Lucas,
ahora me despido, que tengo que abrazarte.
Para
cuidarte la vida.
sábado, 5 de octubre de 2013
Corazón de siervo
Querido Lucas:
Hoy he pedido a Dios por ti.
Prácticamente todos los días tu papá se va a dar un paseo o se sienta en algún
lugar tranquilo y habla en voz alta con Dios. Sí, Lucas, tu papá cree en Dios,
aunque viva en el año 2013.
Podría haberle pedido que fueras
un gran médico, un escritor de renombre o un músico virtuoso. Podría haber
deseado, de manera totalmente comprensible, que Dios te diera muchos talentos
con los que poder ser útil en la sociedad en la que vas a vivir.
La verdad es que nada de esto
sería malo. Al menos así lo creo.
Pero hoy, mientras paseaba por
las calles de Sanchinarro (Madrid), en un descanso de mi trabajo, he sentido
que tenía que pedirle a Dios por ti de una forma distinta.
¿Sabes qué le he pedido? Que te
dé un corazón de siervo. Ni más ni menos.
Sé que para muchos padres esta
petición suena absurda. ¿Cómo va a querer un padre que su hijo nazca para
servir? ¿Acaso no queremos lo mejor para nuestros hijos?
Mi punto de vista es que justamente el hecho de querer lo
mejor para mi hijo me hace desear que sea un buen siervo. ¿Tan raro suena?
Al principio le he pedido que te
dé buenas cualidades para la música, para la comunicación y para el consejo.
Pero poco a poco me he ido dando cuenta de que esto es secundario. Que lo
importante es que te dé un corazón de siervo.
Si te soy sincero, Lucas, no me
importa qué cosas se te den bien. Lo que me importa es que los talentos que
Dios te dé (sea uno o diez), los utilices para servir. A Dios primero y después
a las personas. Pensándolo bien, sirviendo a las personas estás sirviendo a
Dios (“quien da de beber a un sediento, a mí me da de beber...quien viste al
desnudo, a mí me viste...”) y de la misma forma al servir a Dios estás
sirviendo a las personas.
Es probable que al principio,
cuando te enteres de lo que tu papá pidió a Dios, te enfades. Es lógico, porque
no le he pedido a Dios que te dé esta o aquella capacidad. Pero sé que con el
paso del tiempo agradecerás que en mis oraciones por ti le pida al Rey de Reyes
que te dé un corazón de siervo. ¿Sabes que se puede ser un siervo trabajando
como director en una multinacional? ¿y sabes que también es posible ser siervo
educando a niños de tres años, limpiando mesas, haciendo presupuestos o
repartiendo publicidad?
Lucas, papá te amará
incondicionalmente hagas lo que hagas y seas como seas. No te pediré cuentas de
tus habilidades, sino de cómo las utilizas. Cuando seas mayor busca una Biblia
por casa (la encontrarás en cada habitación), ábrela por el libro de Mateo,
capítulo 25. Hay una historia que habla de esto.
sábado, 24 de agosto de 2013
Hijo de la Gracia (Para Lucas)
No te merezco. Es un buen resumen de lo que siento.
No eres mi premio, pues nada he hecho para ganarte.
Tampoco mi tesoro, pues solo no habría sabido
encontrarte.
Eres mi hijo. Eres un Hijo de la Gracia.
¿Sabes? Te hablo por las noches.
Mamá, sobre la cama, emocionada dice que te mueves,
que siente cómo das patadas, o tienes hipo…
Y yo, como sin terminar de creérmelo, pongo mi mano.
Y como siento poco, termino apoyando mi mejilla
en esa tripita cada día más grande y más bonita.
Después, hay veces que me das pataditas.
Y me emociono.
Y luego te hablo.
Te digo que te quiero. Que mamá y yo te queremos.
Le pido a Dios que te bendiga y que algún día
puedas conocerle y llamarle Padre.
Y no voy a sentir celos, porque yo también lo hago.
Casi todos los días mamá y yo pensamos en cómo serás,
de que co﷽﷽﷽﷽﷽﷽amos
en celos, porque yo tambimejilla
e.
.
or un calderé color tendrás el pelo y los ojos,
si te gustará la música, o el deporte, o la
literatura…
Estamos deseando verte, abrazarte el corazón entero
y verte crecer sin dejar de amarte.
Llevas en la tripita de mamá algo más de cinco meses
y ya me siento padre. Me siento vivo.
También siento que no estoy preparado,
pero me consuela saber que tú tampoco.
Aprenderemos juntos a querernos,
a construir un hogar bonito, con buenos cimientos.
Eres un bebé afortunado, porque tienes unos papás
que se quieren con locura, hasta el infinito.
Mamá es dulce, cariñosa, alegre y entregada.
No me imagino una madre mejor que la tuya.
También tienes unos abuelos y unos tíos que ya te
aman,
que no pueden dejar de pensar en tenerte en sus
brazos.
Ya hablaremos de cómo es la vida, de lo que te espera.
O más bien ya la irás viviendo poco a poco, sin prisa.
Por ahora, mamá y yo seguiremos queriéndonos
y queriéndote a ti, Lucas. Amándote.
Me queda poco para ser padre.
A ti para ser hijo.
Un Hijo de la Gracia.
martes, 6 de diciembre de 2011
V, de "Besos de perspectiva"
¡Qué complejo es este mundo en que te amo!
¡Cómo amarte, patinando en odio y mentira!
Más difícil sería desamarte.
Imposible es desamarte.
¡Qué inusual es la belleza, qué terrible la tuya!
¡Cómo mirarte y creerte mía!
Vano intento es poseerte, si perteneces
a las altas cascadas colmadas de espuma,
a océanos repletos de magnificiencia,
a flores, constelaciones y aires de colores.
Mas intento, al menos, pertenecerte y hacer así
que tu mirada, no tus ojos, sea mía.
Que tus besos, no tus labios, sean míos.
Tus caricias, no tus manos, sean mías.
Que tu amor, y no tu corazón, sea mío.
Miento.
Lo quiero.
Tus manos, tu boca, tu pelo, tu miedo, tu fuego,
tu error, tu verdad, tu vergüenza, tu miseria,
tu misterio, tus recuerdos, tus presentes.
Lo quiero todo.
Y no para mí.
Para vivirte conmigo.
¡Cómo amarte, patinando en odio y mentira!
Más difícil sería desamarte.
Imposible es desamarte.
¡Qué inusual es la belleza, qué terrible la tuya!
¡Cómo mirarte y creerte mía!
Vano intento es poseerte, si perteneces
a las altas cascadas colmadas de espuma,
a océanos repletos de magnificiencia,
a flores, constelaciones y aires de colores.
Mas intento, al menos, pertenecerte y hacer así
que tu mirada, no tus ojos, sea mía.
Que tus besos, no tus labios, sean míos.
Tus caricias, no tus manos, sean mías.
Que tu amor, y no tu corazón, sea mío.
Miento.
Lo quiero.
Tus manos, tu boca, tu pelo, tu miedo, tu fuego,
tu error, tu verdad, tu vergüenza, tu miseria,
tu misterio, tus recuerdos, tus presentes.
Lo quiero todo.
Y no para mí.
Para vivirte conmigo.
lunes, 10 de octubre de 2011
Acerca de la excelencia
Será porque nací así, o porque así me nacieron. O quizá, más aún, porque me malnacieron. El caso es que la excelencia me parecía tan alta que he vivido toda mi vida mirándola a cuello partido. Pero a los pocos (o muchos) años, un poco por el dolor cervical y otro poco porque sí o por yo qué sé, he llegado a la conclusión de que la excelencia no tiene altura. No tiene talla. La altura que tiene es la que yo le otorgue al obtener de la potencia un acto. Su talla dependerá del escalón a partir del cual quiera desenrrollar el metro. La excelencia será distinta en mí que en ti, aunque igual de excelente en ambos. He aprendido que se busca, no se encuentra. Que se pretende, no se tropieza con ella. Que llega con sangre, no con aplausos. Que es necesaria. Que es obligatoria. Que sin ella la vida es vida menos uno, o menos mucho. He tenido que tirar fardos al mar porque mi barco con tanto peso no servía para nada. Y es que, a fin de cuentas, prefiero llevar al puerto tres esmeraldas bien pulidas que veinte mil kilos de paja y arena. Que aunque los logros a veces se cuenten por kilos, no es su masa la que vale, sino el brillo que desprende mi equipaje. Que mucho peso rompe mi espalda, mientras que el brillo de un pequeño anillo de diamantes me ayuda a caminar recto (y en línea recta).
Será porque nací así o porque así me nacieron. Aunque creo que me bien-nacieron. Porque aunque rectificar no es de sabios, sino de rectificadores, me siento parte de ese gremio. Ahora mi árbol solo tiene tres o cuatro ramas. Pero vaya ramas.
Será porque nací así o porque así me nacieron. Aunque creo que me bien-nacieron. Porque aunque rectificar no es de sabios, sino de rectificadores, me siento parte de ese gremio. Ahora mi árbol solo tiene tres o cuatro ramas. Pero vaya ramas.
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