No te merezco. Es un buen resumen de lo que siento.
No eres mi premio, pues nada he hecho para ganarte.
Tampoco mi tesoro, pues solo no habría sabido
encontrarte.
Eres mi hijo. Eres un Hijo de la Gracia.
¿Sabes? Te hablo por las noches.
Mamá, sobre la cama, emocionada dice que te mueves,
que siente cómo das patadas, o tienes hipo…
Y yo, como sin terminar de creérmelo, pongo mi mano.
Y como siento poco, termino apoyando mi mejilla
en esa tripita cada día más grande y más bonita.
Después, hay veces que me das pataditas.
Y me emociono.
Y luego te hablo.
Te digo que te quiero. Que mamá y yo te queremos.
Le pido a Dios que te bendiga y que algún día
puedas conocerle y llamarle Padre.
Y no voy a sentir celos, porque yo también lo hago.
Casi todos los días mamá y yo pensamos en cómo serás,
de qu
é color tendrás el pelo y los ojos,
si te gustará la música, o el deporte, o la
literatura…
Estamos deseando verte, abrazarte el corazón entero
y verte crecer sin dejar de amarte.
Llevas en la tripita de mamá algo más de cinco meses
y ya me siento padre. Me siento vivo.
También siento que no estoy preparado,
pero me consuela saber que tú tampoco.
Aprenderemos juntos a querernos,
a construir un hogar bonito, con buenos cimientos.
Eres un bebé afortunado, porque tienes unos papás
que se quieren con locura, hasta el infinito.
Mamá es dulce, cariñosa, alegre y entregada.
No me imagino una madre mejor que la tuya.
También tienes unos abuelos y unos tíos que ya te
aman,
que no pueden dejar de pensar en tenerte en sus
brazos.
Ya hablaremos de cómo es la vida, de lo que te espera.
O más bien ya la irás viviendo poco a poco, sin prisa.
Por ahora, mamá y yo seguiremos queriéndonos
y queriéndote a ti, Lucas. Amándote.
Me queda poco para ser padre.
A ti para ser hijo.
Un Hijo de la Gracia.
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