Él ya duerme en su cuna y tú le esperas,
quizá durmiendo o tal vez soñando.
¿Estás cansado? Él aún no sabe qué es
eso.
Solo en el cuerpo.
La vista la tiene nueva; más bien virgen,
expuesta.
Los oídos, aún con la etiqueta puesta.
Su piel, a medio hacer, reposa ahora.
Sus labios, susurrando aire o palabras
inventadas.
Y tú, que tanto le sostienes,
¿de qué me sirves ahora?
¿Qué es una duna en la montaña,
o un ascensor en el infierno?
Solo esperas. Soñando.
A llevarle hacia un sueño de uña y carne,
ágil y sensible, rápido y sereno.
No sé si eres bonito o feo,
pero eres su carro.
Su Rocinante. Su corcel de hierro.
El que mece su sueño en nuestros paseos.
El que no me cabe en el maletero.
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