"Que la vida iba en serio, uno empieza a darse cuenta más tarde". Aquél escritor no se quedó en la copa del árbol, ni llegó tan sólo hasta el tronco, sino que profundizó en las raíces de uno de los principales problemas de la humanidad y, concretando, de la sociedad.
Matamos el tiempo en varias fases, como quemando cartuchos, y cuando la pólvora se acaba, y el gran arsenal del que éramos dueños se agota, entonces ponemos el fusil en modo bayoneta, y, a la antigua usanza, damos los últimos pinchazos a un tiempo que se nos agotó desde antes de nacer. Gastamos, y digo gastamos, varios años siendo de izquierdas, luego gastamos ( y digo gastamos ) otros tantos siendo de derechas. También nos da por ser ecologistas, filósofos, poetas, músicos reivindicativos, ejecutivos, críticos, y hasta casi personas. Al final, comprimimos nuestros cambios en unos cuantos años, y terminamos pegándonos un tiro en el alma. Y yo sé por qué. Nos tomamos la vida como una exigencia extrínseca. Creemos que será la vida la que nos deberá demostrar de lo que trata. Pensamos que si algo no pasa fue porque la vida no quiso. Y en resumidas cuentas no hacemos sino centralizar nuestro pensamiento en nuestro ombligo, siendo éste sinónimo de nosotros mismos. Pienso que si el cielo existe es para algo más que para tematizar poesías o cuadros. Puede ser un espejo. O puede ser el que haga que nos tomemos la vida más en serio. Que la vida iba en serio...yo empecé a darme cuenta hace años. Cuando decidí que mi inteligencia o mi estupidez eran tan peligrosas como limitadas, y que Tomás de Aquino sólo se equivocó en un par de cosas.
Tengo un mismo decir casi siempre, no soy un personaje de Sthendal, y sigo creyendo lo que hace diez años. Que la vida va tan en serio que es ella la que exige algo de nosotros. Que Dios no existe en simbiosis con el hombre o con su aceptación de la causa divina, sino que somos nosotros los que existimos por medio suyo.
El niño, al nacer, tiene una cifosis cervical que, a lo largo de los primeros meses de vida se lordotiza hasta quedar con la curvatura que tenemos los adultos. Y es por algo. A medida que "maduramos", tenemos la oportunidad de poder levantar nuestra cabeza y fijarnos en lo que realmente importa.
Que la vida iba en serio, uno puede empezar a darse cuenta antes...
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