domingo, 17 de agosto de 2008

Disparo 3

Hoy he hablado del peso de las responsabilidades. De usar la mastercard para demasiadas cosas. Esa mastercard en la que confiamos demasiado, ya que es tan material como nosotros mismos. Hoy he sentido que tengo razón. Que el peso que a veces llevamos sobre nuestros hombros merece ser llevado por Dios, que a él no le cuesta nada. Que nos hizo para disfritar de sus bendiciones, no para vivir con los ojos mirando las tierras aradas como hacen las mulas, sino para fijar la vista en el horizonte como hacen los halcones. Y eso que de aves no sé mucho. Y menos de halcones.
Sea como fuere, el caso es que, a la vez que liberaba mi garganta de tantas palabras que querían tomar el aire, me he liberado de algunas cargas que estaban luxando mis vértebras. Me he dado una palmadita en el hombro (también semi luxado) y he pensado: a tirar pa´lante, Dani, pero ahora más ligerito. Y dicho y hecho. He cogido mi Ford Orion y me he plantado en la Alameda otra vez. Con dos pies, dos manos, dos ojos y medio cerebro. Como siempre. Pero sin la mochililla esa que me colgaba de la chepa, y que a veces arrastraba por el suelo sonando a miseria, a verbena decaída y a impotencia. Tampoco es que mi vida ha cambiado. Pero sí mi día. Y algo es algo. Tal y como estamos, reflexionar hasta tal punto de que un día de una vida cambie, es mucho reflexionar...

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