miércoles, 30 de julio de 2008

Disparo 1

"Que la vida iba en serio, uno empieza a darse cuenta más tarde". Aquél escritor no se quedó en la copa del árbol, ni llegó tan sólo hasta el tronco, sino que profundizó en las raíces de uno de los principales problemas de la humanidad y, concretando, de la sociedad.
Matamos el tiempo en varias fases, como quemando cartuchos, y cuando la pólvora se acaba, y el gran arsenal del que éramos dueños se agota, entonces ponemos el fusil en modo bayoneta, y, a la antigua usanza, damos los últimos pinchazos a un tiempo que se nos agotó desde antes de nacer. Gastamos, y digo gastamos, varios años siendo de izquierdas, luego gastamos ( y digo gastamos ) otros tantos siendo de derechas. También nos da por ser ecologistas, filósofos, poetas, músicos reivindicativos, ejecutivos, críticos, y hasta casi personas. Al final, comprimimos nuestros cambios en unos cuantos años, y terminamos pegándonos un tiro en el alma. Y yo sé por qué. Nos tomamos la vida como una exigencia extrínseca. Creemos que será la vida la que nos deberá demostrar de lo que trata. Pensamos que si algo no pasa fue porque la vida no quiso. Y en resumidas cuentas no hacemos sino centralizar nuestro pensamiento en nuestro ombligo, siendo éste sinónimo de nosotros mismos. Pienso que si el cielo existe es para algo más que para tematizar poesías o cuadros. Puede ser un espejo. O puede ser el que haga que nos tomemos la vida más en serio. Que la vida iba en serio...yo empecé a darme cuenta hace años. Cuando decidí que mi inteligencia o mi estupidez eran tan peligrosas como limitadas, y que Tomás de Aquino sólo se equivocó en un par de cosas.
Tengo un mismo decir casi siempre, no soy un personaje de Sthendal, y sigo creyendo lo que hace diez años. Que la vida va tan en serio que es ella la que exige algo de nosotros. Que Dios no existe en simbiosis con el hombre o con su aceptación de la causa divina, sino que somos nosotros los que existimos por medio suyo.
El niño, al nacer, tiene una cifosis cervical que, a lo largo de los primeros meses de vida se lordotiza hasta quedar con la curvatura que tenemos los adultos. Y es por algo. A medida que "maduramos", tenemos la oportunidad de poder levantar nuestra cabeza y fijarnos en lo que realmente importa.
Que la vida iba en serio, uno puede empezar a darse cuenta antes...

1, 2, 3, probando...

Simplemente esto es el preludio. Pero no uno cualquiera, sino uno de los buenos. De esos que suenan sabiendo que indefectiblemente sonará luego el primer tiempo, independientemente de que al público le guste el comienzo.
Introduzco la obra, avisando de mis intenciones. Transcribir mis ideas al modo del adolescente ya es agua pasada; tuve mi época en la que me daa igual si alguien me leía o no. Pero ahora el tiempo está caro. Si nadie va a leer lo que escribo mejor me voy a dar una vuelta por el Capricho, que bastante bien conozco ya mi filosofía. Pero si alguien se digna a perder un poco de tiempo, o algunos euros, que al fin y al cabo es lo mismo, seguiré escribiendo, no para mí, sino para él.
Como dijo alguien alguna vez: alea jacta est. O por lo menos en lo que a mi forma de vivir se refiere. Y en este blog espero que comprendáis el por qué del uso de esa expresión latina que tanto aparecía en aquellos cómics de Goscini y Uderzo (o como se escriba, que no soy francés).
Nada más. Como dije, esto es sólo el preludio. Al menos el primer tiempo sonará después. Luego, ya veremos.