No hacen falta más de dos ojos para ver en qué mundo vivimos. Y es fácil culpar al mundo, pero nos sorprendemos cuando nos damos cuenta de que todo el mundo culpa al mundo. Esto es como en el colegio, donde todos los niños terminan con más cromos de los que han comprado. Por matemática pura, alguien cuando juega pierde cantidades ingentes de cromos. Pero lo que parece a simple vista, y lo que todos los niños se encargan de asegurar es: mira, yo sólo me compro un paquete a la semana y tengo 1200 cromos de la liga.
Y ese alguien, o esos alguienes que culpan al mundo porque no quieren culparse a sí mismos, deberían darse cuenta de que, aunque no me hagan falta más de dos ojos para ver en el mundo en que vivo, me hacen falta los dos para seguir viviendo. Y me los están destrozando obligandome a ver tanta bajeza.