domingo, 22 de marzo de 2009

No se me da bien eso de ser perfecto

Y es que no. Y mira que lo intento, o lo intentaba. Pero con cada vaso de agua que bebo derramo una gota o dos, cada vez que aprieto fuerte el puño se me rompe una vena, y con cada hora de sueño se me escapa un minuto de descanso. Cuando parece que todo va a ir bien al fin, se rompe el tallo de la flor, o a veces se vuela simplemente. El título puede resultar hasta pretencioso, pero la realidad es que no se me da bien ni eso de ser mejor cada día. Por eso necesito otra mano, otros brazos que me cojan cuando me quedo en blanco, o cuando me tirita el alma. Necesito unos ojos que miren por mi cuando los míos están nublados. Necesito unos pies que avancen cuando los míos sólo patean el suelo. Resumiendo, que necesito a Dios más que nunca y como siempre, como siempre y más que nunca. Y para siempre.